LA BODEGA DE ALBOLODUY: Los viñedos de Alboloduy (Almería) son una zona virgen para el gran público.
La Bodega de Alboloduy
La sonrisa de la familia Calvache no tiene truco. Ni los vinos que elabora. Ambos tienen detrás uno de los mayores ramilletes de premios en concursos internacionales logrados por una bodega andaluza, y que atesoran la calidad indiscutible de sus caldos. “¿El secreto de esta bendita tierra? A menos de un palmo tienes tierra húmeda pese a que no llueve desde hace cuatro meses”, demuestra Francisco Calvache, propietario de esta empresa familiar, al escarbar entre sus vides de la Alpujarra más desconocida.
Para entender el enigma, sólo hay que ascender en todoterreno a la zona de Montenegro, en la vertiente sureste del Parque Natural de Sierra Nevada. Allí se pueden catar vinos a la vieja usanza y con un paisaje deslumbrante. Entre cepas de 80 años que casi son patrimonio histórico, y con media provincia de Almería a tus pies, se divisa el desierto de Tabernas, la Sierra de Filabres, la Sierra de Gádor y al fondo el Cabo de Gata. Y el silencio sepulcral hace el resto. ¿Y por qué los vinos de Alboloduy salen beneficiados en estos suelos áridos y rocosos? “El suelo pobre con pizarra provoca un estrés hídrico a la planta que beneficia y da mayor calidad a la uva. Estamos en la mejor zona por clima y suelo”, ilustra Calvache.
Hace sólo cuatro años que nació la bodega de Alboloduy, pero el pedigrí de sus vinos aumenta concurso tras concurso. La joven enóloga Cristina Calvache está al frente de un proceso ‘milimétrico’ que mima los vinos, por altura (entre los 700 y los 1.200 metros de altitud) y tiempos de la vendimia, siempre con la calidad por bandera. “Hasta que un jurado internacional no evaluó la elaboración de mis vinos, no estuve del todo satisfecha. Ahí catan y deciden”, explica. Del expediente sobresalen las medallas de oro y plata de la Vinalies Internationales Paris, la de Oro en el Concurso Mundial de Bruxelles y la de bronce en el International Wine Challenge London 2009.
Las 80.000 botellas al año se reparten entre vinos de crianza como los Cabernet, Syrah y Blanco de Alboloduy de la colección Cristina Calvache, el semicrianza Taracín, el blanco Viña Lorite y el clarete Loma del Viento. Pero hasta llegar a la etiqueta y unos precios entre 4 y 12 euros, estos caldos han tenido una ‘infancia’ entre algodones. Nacidos entre el extremo este de Sierra Nevada y el valle del Andarax, sus uvas, entre las que destaca la jaén blanca, disfrutan de lomas estratégicas con gran altura y grandes diferencias de temperatura, lo que facilita la calidad de su jugo final. Tras su fermentación, los vinos descansan en la sala de crianza con barricas de roble americano y francés.
“Nos gusta el cliente exigente, cuanto más mejor; ahí es donde damos nuestra verdadera talla. Buscamos un cliente con cierto nivel cultural que entiende cómo lo que hacemos tiene rigor y seriedad”, comenta Francisco Calvache. El próximo objetivo de la bodega es obtener el certificado de vino ecológico para sus marcas, ya que no usan abonos químicos.
La experimentación es el motor y secreto del éxito: “Siempre cato mejor a primera hora y sin haber desayunado”, subraya Cristina Calvache. La ideóloga de la bodega es una joven de sólo 30 años pero con las ideas muy claras. “Ahora sacaremos distintas apuestas de un vino dulce, un tinto joven y champán. Y siempre hace falta lanzar una imagen enfocada a la calidad”. Cristina dirige un equipo engrasado de cuatro personas con una facturación de 300.000 euros anuales y que comercializa vinos en Alemania, Bélgica y República Checa.
La tradición vitivinícola de Alboloduy viene de lejos. Los vecinos cultivaban sus viñedos para hacer su propio vino casero. Ahora, después de cinco años como bodeguero, se desvive por las viñas tanto como antaño. “Cada vez que llueve salimos corriendo con el tractor para arar los viñedos y lograr que la planta sobreviva”.
A años luz de la cultura del ‘pelotazo’, la bodega de Alboloduy se concentra en un saber hacer lento, pero también atento a otras variantes como el enoturismo en una zona virgen para las masas. Mientras muchos viñedos antaño fértiles hoy se abandonan, esta empresa los fines de semana ofrece visitas guiadas para grupos, en francés e inglés, que busquen conocer la otra cara del vino. Catas guiadas y recorridos para entender las tripas de la bodega, mientras se degustan menús típicos de la zona. Además, Alboloduy está rodeado de jugosas rutas de senderismo y para bicicletas bien señalizadas, desde las que disfrutar de paisajes espectaculares. Y cuando uno recorre las montañas, es muy fácil que la visión de los viñedos haga la boca agua y añore el regusto de un crianza.